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Cuando Ethan entra por la esclusa, sabes que él no tiene la culpa, que solo trata de hacer su trabajo, en un momento complicado para todos. Y aún así te sientes furiosa y no puedes ocultar lo que sientes, y menos a él.

Te hubiese gustado que las primeras conclusiones sobre el portal arrojasen algo de luz, pero sabías que era una esperanza vacua. Nunca habéis estado ni cerca de comprender el funcionamiento del gigantesco artefacto orbital. Te has volcado entonces en los apuntes de Gerald, pero no hay nada que indique que el viejo profesor sabía que esto podía pasar. Tratas de alejar la ira que te produce no haber sido especial, ni siquiera con algo tan importante. Lo más lógico es deducir que Gerald, tu abuelo, no sabía nada, pero estás muy lejos de pensar con lógica.

—Sigo sin entenderlo —dices cuando te das cuenta de que Ethan no va a marcharse por muy mala cara que tengas.

—No es culpa tuya, Arti. Ninguno lo entendemos. Sabíamos que nos exponíamos a esa posibilidad.

—¿De verdad crees eso? —Tranquila Arti, solo trata de hacer su trabajo.

—Tú también, solo que confiabas más que ninguno en la lógica. Siempre lo haces.

Compruebas enseguida que se da cuenta de su error. Seguro que solo pretendía reforzar tu autoestima, hacerte saber de tu importancia para la misión. Pero también sabes que Ethan conoce a la perfección qué debe estar pasando por tu cabeza. Sabe que tus dudas sobre el diario de Gerald se han puesto al mando de las operaciones. No debes culparle por tratar de animarte, pero es demasiado tarde: tu ceño se frunce y el maldito mechón de pelo vuelve a taparte los ojos.

—Puede ser, pero todo apunta en otra dirección. Una que ni siquiera contemplábamos.

Consigues que la ira se exprese a través de una frase insustancial que hace que Ethan baje la mirada y suspire levemente. Sabe que ha tocado ciertas fibras y que ha salido más o menos indemne. Es el momento del silencio, interrumpido por el insistente chisporroteo de la consola de transmisión.

—¿Has conseguido algo con el portal? —dice Ethan al cabo de unos segundos.

Podrías ser borde, incluso cruel, pero te recuerdas que solo trata de ayudarte. Te esfuerzas en pensar que es uno de tus mejores amigos.

—Nada nuevo. Las lecturas son las mismas. Pero no podemos esperar mucho más de algo que apenas comprendemos.

Ethan asiente y esboza una sonrisa triste. Te conoce y está preocupado.

 

“Acaban de llegar los primeros datos”

 

La voz monótona de Greg no impide que el corazón te dé un vuelco. Te impulsas con fuerza medida sobre el respaldo de tu asiento, sobrepasando a un Ethan aún distraído. 

Te desplazas con la máxima rapidez hasta el módulo de análisis. Cuando llegas hasta él, no puedes dejar de sentir una ligera decepción. Conoces al piloto, desde hace mucho, y no esperabas una reacción pasional, pero sí una ligera fuga de emoción. No hay nada de eso. Greg te observa con sus gélidos ojos azules, mientras Ethan entra al módulo y se acomoda en una esquina.

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